Sin quererlo, lo que pretendia ser solo un desayuno paso a una comida y una cena tras las que nos fuimos conociendo cada vez más, su nombre era Sofía…
Pase mas de una noche en aquella casa de marfil, en una de esas noches me despertó una constante y fuerte tos que venia de su cuarto, me levante corriendo para ver que le ocurría, la vi sentada en el suelo del baño respirando lo poco que podía entre tosido y tosido, en una de esas manchas como rubíes rojos caían sobre el suelo, sus manos también estaban manchadas de sangre .
Preocupado por no saber que hacer le pregunte que le ocurría y si había algún tipo de pastillas que se estuviera tomando para lo que le estaba pasando, levanto la mano costosamente y me señalo el armario detrás del espejo, le di las pastillas y pareció calmarse, pero se notaba el cansancio y como lo que fuese que estuviese en su interior se iba apoderando de su cuerpo, no podía dejarla ahí y la cogí en brazos hasta posarla lentamente sobre su cama, limpie la sangre que recorría su boca y su cuello , sin darme cuenta se durmió y no pude evitar besar su mejilla, buenas noches…
A la mañana siguiente no bajo a desayunar y tampoco subí a preguntar por no agobiarla.
Se dejo ver mientras la noche iba apartando al día de los cielos, como siempre, con su batín blanco se fue deslizando silenciosamente hasta entrar en la cocina, me puso una mano sobre la espalda que seguidamente fue rodeándome hasta abrazarme, me di la vuelta para abrazarla también y entre el ruido de los grillos del jardín pude escuchar como me daba las gracias por haberla llevado hasta su cama, seguidamente, me beso.
Mi manos siguieron el recorrido que una vez hicieron mis ojos y utilizaron el batín como lienzo para perfilar su figura, esculpiéndola con mis manos, la apreté contra mi y olí el jazmín que se enredaba en su pelo, volví a besarla y durante el beso la cogí y la subí a la mesa de la cocina mientras seguimos besándonos lentamente, en cada beso que nos encontrábamos iba descubriendo poco a poco que me había terminado enamorando de ella en mi estancia con ella y cada beso parecía dar un pequeño vuelco a mi corazón.
Tumbe su cuerpo sobre la mesa, y todo empezó a cobrar un tenue color blanquecino, a medida que recorría más y más su cuerpo, todo se volvía suave y esponjoso, como si fuese un sueño, la cogí en brazos y puse rumbo a su dormitorio, nos olvidamos el batín sobre la mesa…
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